El Beso de Rodin: la historia oculta que no conocías

H&A

¿Alguna vez te has preguntado qué secretos esconde la escultura más romántica de todos los tiempos?

 

En este artículo desvelamos la historia completa de “El Beso” de Auguste Rodin, una obra que trasciende el mero románticismo para adentrarse en territorios insospechados. Conocerás su controvertido origen literario, los detalles técnicos que la hicieron revolucionaria, y los escándalos que provocó en la sociedad victoriana. Descubrirás por qué esta obra, inicialmente concebida para representar el castigo eterno, se convirtió paradójicamente en el símbolo universal del amor apasionado.

 

¡Prepárate para mirar “El Beso” con nuevos ojos y descubrir lo que los libros de arte convencionales no se atreven a contar!

El Beso, escultura de Auguste Rodin, cerca del museo Orangerie, París.

El Beso - Resumen

El Beso” es una escultura en mármol creada por el artista francés Auguste Rodin entre 1888 y 1889, que representa a una pareja en un apasionado abrazo. Originalmente concebida como parte del monumental proyecto “La Puerta del Infierno”, inspirado en la Divina Comedia de Dante, la obra muestra a los amantes Paolo Malatesta y Francesca da Rimini del Canto V del Infierno. Con sus 149 centímetros de altura, la pieza destaca por su magistral representación de la anatomía humana, el contraste entre superficies pulidas e inacabadas, y su revolucionario enfoque del erotismo sin alegorías mitológicas. Considerada una de las obras maestras de la escultura moderna, “El Beso” provocó controversia por su sensualidad explícita pero acabó convirtiéndose en un símbolo universal del amor romántico que trasciende su origen literario trágico.

Voy a reescribir el artículo completo sobre “El Beso” de Auguste Rodin, incluyendo ambas URLs proporcionadas, cada una exactamente una vez, integradas de manera natural en el contenido.

ARTÍCULO

El Beso de Rodin: La escultura que desafió los límites del arte

“El Beso” de Auguste Rodin es una de las esculturas más emblemáticas del arte moderno, una obra que ha trascendido su contexto histórico para convertirse en símbolo universal del amor pasional. Esta magistral pieza de mármol, creada entre 1888 y 1889, representa a una pareja en un abrazo íntimo, con sus cuerpos entrelazados en perfecta armonía. Sin embargo, tras esta aparente sencillez compositiva se esconde una historia mucho más compleja y fascinante de lo que la mayoría de personas conoce. La obra que hoy contemplamos en museos como el Museo Rodin en París o la Tate Modern en Londres tiene aspectos y detalles que raramente son mencionados en los recorridos turísticos convencionales.

El origen literario de una escultura revolucionaria

“El Beso” fue concebido originalmente como parte de un proyecto monumental llamado “La Puerta del Infierno”, inspirado en la “Divina Comedia” de Dante Alighieri. Rodin recibió en 1880 el encargo de crear una puerta ornamental para el Museo de Artes Decorativas de París, un proyecto que ocuparía gran parte de su vida artística.

En la obra de Dante, los protagonistas de este abrazo pasional eran Paolo Malatesta y Francesca da Rimini, personajes del Canto V del “Infierno”. Su historia es trágica: Francesca, casada con Gianciotto Malatesta por motivos políticos, se enamora de Paolo, hermano de su esposo. Ambos son descubiertos y asesinados por el marido engañado, condenándose así a vagar eternamente en el segundo círculo del infierno, reservado para los lujuriosos.

¿Os imagináis que una de las esculturas más románticas de la historia del arte esté inspirada en una historia de adulterio que termina en asesinato? Es como si la canción “My Heart Will Go On” de Titanic en realidad estuviera dedicada a Bonnie y Clyde. Lo fascinante es que Rodin decidió eliminar cualquier referencia al trágico final de la pareja, quedándose solo con el momento exacto en que el libro cae de sus manos y sucumben a la tentación. Es el equivalente escultórico de cerrar Instagram justo cuando tu ex publica una foto con su nueva pareja: ¿para qué torturarse con lo que viene después?

La transformación del concepto original

Aunque inicialmente formaba parte de “La Puerta del Infierno”, Rodin pronto se dio cuenta de que la sensualidad y vitalidad de esta pareja contrastaba demasiado con el tono general de sufrimiento que debía tener la puerta. Por ello, decidió extraer la escultura del conjunto y desarrollarla como una obra independiente, ampliándola a tamaño natural.

Este cambio fue crucial para la historia del arte, pues permitió a Rodin explorar con mayor libertad la expresión del amor físico, creando una de las primeras representaciones modernas del erotismo que no se ocultaba bajo alegorías mitológicas o religiosas.

La técnica innovadora de Rodin

Auguste Rodin revolucionó la escultura de su tiempo con técnicas que rompían con los cánones neoclásicos imperantes. “El Beso” es un perfecto ejemplo de su aproximación innovadora, donde la textura juega un papel fundamental.

El contraste de texturas y acabados

Una de las características más notables de la obra es el contraste entre las partes pulidas y aquellas dejadas deliberadamente sin terminar. Los cuerpos de los amantes presentan un acabado suave y pulido, mientras que la base rocosa sobre la que se asientan permanece rugosa e indefinida.

Si observáis detenidamente “El Beso”, notaréis que los cuerpos parecen emerger del bloque de mármol como si el propio material estuviera liberándolos. Es como si Rodin nos dijera: “Mirad, esta pasión es tan poderosa que está literalmente tomando forma ante vuestros ojos”. Es el equivalente escultórico de un unboxing en YouTube, pero con 100% menos patrocinio de auriculares inalámbricos y 100% más de tensión sexual no resuelta. La técnica del non-finito (inacabado) no era nueva —Miguel Ángel ya la había utilizado siglos antes—, pero Rodin la llevó al extremo, convirtiéndola en una declaración artística en sí misma.

El movimiento congelado

Rodin logró capturar un instante de movimiento, haciendo que el mármol transmitiera la sensación de cuerpos vivos. Los amantes parecen a punto de fundirse en un beso más profundo, creando una tensión dinámica que resulta extraordinariamente moderna para su época.

La anatomía de las figuras, aunque idealizada, mantiene un compromiso con el realismo que era revolucionario para el final del siglo XIX. Los músculos tensados, la posición de las manos y la inclinación de los cuerpos transmiten una intimidad palpable.

La controversia y el escándalo

Cuando “El Beso” fue exhibido por primera vez, causó reacciones encontradas. Por un lado, recibió admiración por su belleza formal y expresiva; por otro, provocó escándalo por su representación explícita de la pasión física.

Recepción crítica y pública

La obra resultó demasiado sensual para algunos espectadores de la época victoriana. En 1898, cuando una copia en bronce de “El Beso” fue expuesta en el ayuntamiento de Lewes, Inglaterra, tuvo que ser cubierta con una cortina para “proteger” la sensibilidad de las jóvenes visitantes.

El escándalo de Lewes es hilarante desde nuestra perspectiva actual. Imaginen el pánico moral victoriano: “¡Oh, no! ¡Dos personas besándose! ¡Rápido, que alguien piense en los niños!”. Lo más irónico es que mientras se cubrían esculturas con cortinas, las tasas de prostitución en Londres victoriana batían récords históricos. Tal vez el problema no era tanto la sensualidad de la escultura como el hecho de que mostraba a una pareja disfrutando genuinamente del contacto físico mutuo: ¡un concepto verdaderamente revolucionario para la época! Es como esos padres que bloquean Netflix por sus contenidos “inapropiados” mientras ignoran que sus hijos tienen TikTok.

Las múltiples versiones

El éxito de “El Beso” llevó a Rodin a crear varias versiones de la obra. La original en mármol se encuentra en el Museo Rodin de París, pero existen importantes copias en mármol y bronce en museos de todo el mundo, como la Tate Modern de Londres.

Según algunos expertos, cada versión presenta sutiles diferencias que reflejan la evolución del pensamiento artístico de Rodin. Algunas tienen bases más trabajadas, otras presentan variaciones en la posición exacta de los cuerpos o en el tratamiento de la superficie.

La identidad de los modelos: mito y realidad

Existe una fascinante discusión sobre quiénes fueron los modelos para esta icónica escultura. Durante mucho tiempo se especuló que Camille Claudel, alumna, colaboradora y amante de Rodin, podría haber sido la modelo femenina.

Camille Claudel y Rodin: amor y arte

La relación entre Rodin y Claudel fue tan apasionada como tormentosa. Ambos artistas se influyeron mutuamente, y muchas obras de Rodin de este período muestran la influencia estilística de Claudel.

La historia de Camille Claudel y Rodin es el drama romántico que Netflix aún no ha producido pero debería. Ella, una escultora brillante en una época donde las mujeres artistas eran prácticamente invisibles. Él, 24 años mayor, ya famoso y en una relación de décadas con Rose Beuret (a quien, por cierto, solo se decidió a desposar cuando ambos estaban en sus setenta). Su relación duró una década, fue intensamente creativa, mutuamente inspiradora y terminó de forma devastadora. Mientras Rodin continuó cosechando éxitos, Claudel pasó los últimos 30 años de su vida encerrada en un manicomio. Si “El Beso” representa el amor idealizado, la realidad de su creador fue mucho más complicada. Es el recordatorio perfecto de que deberíamos separar el arte del artista, especialmente cuando el artista resulta ser un hombre de su tiempo con todas las red flags correspondientes.

Los verdaderos modelos

Sin embargo, investigaciones más recientes sugieren que los modelos para “El Beso” fueron probablemente modelos profesionales del taller de Rodin. El escultor empleaba regularmente a modelos para estudiar el cuerpo humano y crear sus composiciones.

La idealización de las figuras, que no presentan rasgos individualizados muy marcados, apoya esta teoría. Rodin buscaba representar no a individuos específicos, sino la esencia universal del amor físico.

El legado de “El Beso” en la cultura contemporánea

La influencia de esta obra maestra se extiende mucho más allá del ámbito de la historia del arte. “El Beso” ha permeado la cultura popular, convirtiéndose en un referente visual del amor romántico.

Representaciones en los medios

La escultura ha sido citada y referenciada en innumerables películas, anuncios publicitarios y obras de arte contemporáneo. Su imagen se ha reproducido en postales, camisetas y todo tipo de objetos, convirtiéndose en un icono kitsch además de una obra de arte canonizada.

Esta omnipresencia ha transformado “El Beso” en un símbolo inmediatamente reconocible, aunque paradójicamente esto ha llevado a que muchas personas reconozcan la imagen sin conocer realmente su historia o su creador.

“El Beso” se ha convertido en el emoji del amor romántico antes de que existieran los emojis. Es fascinante cómo una obra que originalmente representaba a dos amantes adúlteros condenados al infierno se ha transformado en el símbolo universal del amor puro. Es casi como si el algoritmo de Instagram hubiera decidido mostrar solo la parte “instagrameable” de una historia compleja y omitir el drama, la tragedia y las partes incómodas. Aunque, pensándolo bien, quizás esto dice mucho sobre cómo preferimos ver el amor: como una postal perfecta congelada en el tiempo, sin las complicaciones del día después, las facturas compartidas o los calcetines sucios tirados por el suelo.

La dimensión feminista contemporánea

En las últimas décadas, “El Beso” ha sido objeto de reinterpretaciones desde perspectivas feministas. La aparente igualdad en la representación de ambos amantes (a diferencia de muchas obras anteriores donde la mujer era principalmente un objeto de contemplación) ha sido señalada como un aspecto progresista de la obra.

Sin embargo, otras lecturas críticas cuestionan esta interpretación, señalando la posición dominante del hombre en la composición y contextualizado la obra dentro de las dinámicas de género de la Belle Époque.

Técnicas de conservación y restauración

Las diferentes versiones de “El Beso” plantean interesantes desafíos de conservación para los museos que las albergan. El mármol, aunque duradero, es susceptible a la erosión y las manchas con el paso del tiempo.

Los retos de preservar el mármol

Los conservadores enfrentan el dilema de mantener la integridad original de la superficie trabajada por Rodin mientras protegen la escultura del deterioro. Las técnicas no invasivas, como la limpieza con láser, han permitido restaurar algunas de las copias sin dañar el material original.

Los restauradores de arte tienen el trabajo más estresante del mundo. Imagina ser responsable de limpiar una obra maestra valorada en millones sin alterar ni un milímetro de su superficie. Es como intentar quitar una mancha de vino tinto de una camisa blanca de seda, pero la camisa es del siglo XIX y pertenece a un museo nacional. Cada vez que un turista respira demasiado cerca de “El Beso” o, peor aún, intenta tocarla (porque aparentemente algunas personas no entienden el concepto de “mirar con los ojos, no con las manos”), algún conservador en algún lugar desarrolla una nueva cana. Si alguna vez os sentís estresados en vuestro trabajo, pensad en la persona que tuvo que decidir exactamente cuánto polvo histórico eliminar de los labios de unos amantes de mármol de 130 años de antigüedad.

Conclusión

“El Beso” de Auguste Rodin permanece como una de las obras más emblemáticas de la escultura moderna, un testimonio del genio innovador de su creador y un símbolo perenne del amor pasional. Más allá de su belleza formal, la escultura nos invita a reflexionar sobre la compleja relación entre el deseo físico y el amor romántico, así como sobre los cambiantes valores sociales que determinan nuestra percepción del erotismo en el arte.

Lo que comenzó como una representación de amantes condenados se transformó en una celebración de la intimidad humana, trascendiendo su contexto original para hablar directamente a los espectadores de todas las épocas. En esta capacidad para superar su tiempo y sus circunstancias reside el verdadero poder de esta obra maestra, que sigue cautivando e inspirando más de un siglo después de su creación.

Gracias por acompañarnos en este recorrido por una de las obras más significativas de la historia del arte. Si te ha interesado descubrir los aspectos menos conocidos de “El Beso”, te invitamos a explorar otros artículos en Historia del Arte donde encontrarás muchas más historias fascinantes sobre las obras que han definido nuestra cultura visual. A continuación, te ofrecemos una sección de preguntas frecuentes y algunas recomendaciones de lecturas relacionadas que podrían interesarte.

Preguntas frecuentes sobre El Beso de Rodin

¿Dónde se puede ver la escultura original de “El Beso” de Rodin?

La versión original en mármol de “El Beso” se encuentra en el Museo Rodin de París. Existen copias importantes en otros museos, como la Tate Modern de Londres.

¿En qué año fue creada la escultura “El Beso”?

Auguste Rodin creó “El Beso” entre 1888 y 1889, aunque la concibió originalmente años antes como parte de su proyecto “La Puerta del Infierno”.

¿Quiénes son los personajes representados en “El Beso” de Rodin?

La escultura representa a Paolo Malatesta y Francesca da Rimini, personajes del Canto V del “Infierno” de Dante Alighieri, quienes fueron amantes adúlteros asesinados por el marido de ella.

¿De qué material está hecha la escultura “El Beso”?

La versión original fue esculpida en mármol de Carrara. Posteriormente se realizaron copias en bronce y otros materiales.

¿Por qué fue controversial “El Beso” de Rodin en su época?

La obra causó controversia por su representación explícita de la pasión física sin alegorías mitológicas que la “disfrazaran”, lo que resultaba demasiado sensual para los estándares morales de la época victoriana.

¿Cuál es el tamaño de la escultura “El Beso”?

La versión original en mármol mide aproximadamente 1,82 metros de altura, 1,12 metros de ancho y 1,17 metros de profundidad.

¿Fue Camille Claudel modelo para “El Beso”?

Aunque durante mucho tiempo se especuló con esta posibilidad, las investigaciones recientes sugieren que Rodin utilizó modelos profesionales de su taller, no a Camille Claudel.

¿Por qué separó Rodin “El Beso” de “La Puerta del Infierno”?

Rodin consideró que la sensualidad y vitalidad de esta escultura contrastaba demasiado con el tono de sufrimiento del resto de “La Puerta del Infierno”, por lo que decidió desarrollarla como una obra independiente.

¿Cuántas versiones existen de “El Beso” de Rodin?

Además de la original en mármol, existen varias copias autorizadas en diversos materiales. El Museo Rodin tiene permiso para realizar hasta doce copias en bronce de cada obra original del artista.

¿Qué técnica innovadora utilizó Rodin en “El Beso”?

Rodin empleó la técnica del “non-finito” (inacabado), dejando partes de la obra deliberadamente sin pulir para crear contraste con las zonas más refinadas y dar la impresión de que las figuras emergen del bloque de mármol.

Etiquetas relacionadas

“El Beso” de Auguste Rodin es una obra que combina múltiples capas de significado y propósitos artísticos. Las siguientes etiquetas reflejan las características fundamentales que definen esta icónica escultura, desde su dimensión alegórica hasta su profunda exploración de las emociones humanas.

Alegoría: La obra trasciende la simple representación de una pareja besándose para simbolizar el amor carnal en su dimensión más universal. Aunque basada en personajes literarios específicos (Paolo y Francesca), Rodin transforma su historia particular en una alegoría del deseo humano y las consecuencias de la pasión desenfrenada.

Emblema: “El Beso” se ha convertido en un emblema reconocible del amor romántico en la cultura occidental. Su capacidad para condensar visualmente la idea del amor pasional la ha transformado en una imagen icónica que transmite valores asociados al romanticismo y la intimidad física.

Metáfora visual: A través del contraste entre las superficies pulidas de los cuerpos y la rudeza de la base, Rodin establece una metáfora visual sobre cómo la pasión emerge y se eleva por encima de la materia bruta, sugiriendo la transformación que el amor opera en la condición humana.

Amor y Erotismo: La escultura explora la delgada línea entre el amor romántico y el deseo carnal, presentando una visión del erotismo que celebra la sensualidad sin caer en lo vulgar. La posición de los cuerpos, el contacto íntimo pero contenido, y la tensión dinámica capturan la esencia del despertar amoroso.

Figura Humana y Retrato: La maestría técnica de Rodin en la representación anatómica realista permite que “El Beso” celebre la belleza del cuerpo humano. Las proporciones, la tensión muscular y la suavidad de las formas revelan un profundo estudio de la fisonomía humana en movimiento.

Historia y Política: En el contexto de la Belle Époque, la obra representa una ruptura con las convenciones artísticas y morales de su tiempo. Su recepción y las controversias que generó reflejan las tensiones entre la moral victoriana y las nuevas libertades que surgían en la sociedad europea de finales del siglo XIX.

Arte Conmemorativo: Aunque no fue concebida inicialmente con este propósito, “El Beso” se ha convertido en una obra conmemorativa del ideal romántico, presente en múltiples museos y espacios públicos como celebración universal del amor humano.

Crítica Cultural: La obra desafió las normas estéticas y morales de su época, cuestionando los límites de lo representable en el arte público y provocando una reflexión sobre el papel del erotismo en la sociedad.

Emociones y Estados de Ánimo: “El Beso” captura magistralmente el momento de abandono emocional absoluto, transmitiendo la intensidad del deseo, la ternura y la vulnerabilidad que acompañan al encuentro amoroso.

Religión y Espiritualidad: Su origen en la “Divina Comedia” y “La Puerta del Infierno” conecta la obra con tradiciones religiosas que exploran la tensión entre el amor humano y el divino, el pecado y la redención, ofreciendo una visión compleja sobre la espiritualidad del deseo.

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