Crimen y castigo: La obra maestra de Dostoyevski que revolucionó la novela psicológica
La dualidad moral que desafió a la sociedad rusa del siglo XIX
“Crimen y castigo” de Fiódor Dostoyevski emerge como una de las obras más influyentes de la literatura universal, no solo por su compleja exploración psicológica, sino por su audaz disección de la moral humana en una sociedad marcada por profundas desigualdades. Publicada en 1866, esta novela se sumerge en las profundidades de la mente atormentada de Rodión Raskólnikov, un joven estudiante que decide cometer un asesinato basándose en sus propias teorías filosóficas. Sin embargo, lo que muchos lectores desconocen es que tras la aparente sencillez de su trama, se esconde un entramado de simbolismos, influencias y contextos que van mucho más allá de una simple historia de crimen y redención.
¿Sabías que Dostoyevski escribió “Crimen y castigo” mientras estaba desesperadamente endeudado con acreedores y casinos? El autor prácticamente escupía las páginas a su estenógrafa (y futura esposa) Anna Grigórievna Snítkina para poder cobrar los anticipos del editor. Imagina crear una obra maestra filosófica mientras los cobradores llaman a tu puerta. Es como intentar resolver el sentido de la existencia mientras te persigue un oso. La próxima vez que te sientas presionado por un deadline, recuerda: al menos no estás reinventando la novela psicológica moderna con la soga al cuello.
Los orígenes de una obra revolucionaria
“Crimen y castigo” fue concebida inicialmente como una novela corta titulada “Los borrachos”, centrada en el problema del alcoholismo. Sin embargo, la visión de Dostoyevski evolucionó hacia un análisis más profundo de la psicología humana y las consecuencias morales de nuestros actos. La San Petersburgo de mediados del siglo XIX, con sus contrastes entre la opulencia aristocrática y la miseria de los barrios pobres, se convierte en el escenario perfecto para explorar las contradicciones de la sociedad rusa.
El contexto histórico de la obra resulta fundamental para entender sus dimensiones. Rusia atravesaba un periodo de transformación tras la liberación de los siervos en 1861 y las nuevas ideas occidentales, particularmente el utilitarismo y el nihilismo, ganaban terreno entre la juventud intelectual. Dostoyevski, quien había sufrido la condena a muerte (posteriormente conmutada por prisión en Siberia) por su participación en círculos revolucionarios, tenía una compleja relación con estas ideologías.
Si pensabas que Dostoyevski era solo un escritor conservador criticando a los revolucionarios, sorpresa: el hombre estuvo literalmente frente a un pelotón de fusilamiento por sus actividades subversivas. Imagina que te indultan en el último segundo después de hacerte creer que vas a morir. Ese pequeño trauma existencial podría explicar por qué sus personajes siempre parecen estar al borde de un ataque de nervios. La próxima vez que alguien te diga que tiene “ansiedad”, pregúntale si alguna vez ha experimentado una ejecución simulada. Dostoyevski: 1, terapeutas modernos: 0.
La construcción de un antihéroe revolucionario
Rodión Raskólnikov no es el típico protagonista de la literatura decimonónica. Estudiante brillante pero empobrecido, desarrolla una teoría según la cual ciertos individuos extraordinarios están por encima de la moral convencional y pueden transgredir las leyes para beneficio de la humanidad. Napoleon Bonaparte y otros “grandes hombres” serían ejemplos de esta categoría de personas destinadas a cambiar el mundo.
Esta teoría, que justifica moralmente el crimen en nombre de un bien superior, refleja las corrientes filosóficas que circulaban en la Rusia de la época, particularmente las ideas de Nietzsche sobre el superhombre (aunque el filósofo alemán desarrollaría este concepto años después). La decisión de Raskólnikov de asesinar a una vieja usurera para robarle el dinero y usarlo para el bien común se convierte así en un experimento filosófico viviente.
La teoría del “hombre extraordinario” de Raskólnikov sería hoy el PowerPoint perfecto para una TED Talk titulada “Por qué las reglas no aplican a los genios disruptivos”. Imaginen a nuestro protagonista con jersey negro cuello alto estilo Silicon Valley explicando por qué está bien “romper cosas” para “hacer del mundo un lugar mejor”. El público aplaudiría fervorosamente mientras Raskólnikov omite convenientemente la parte sobre partir cráneos con un hacha. Lo curioso es que Dostoyevski predijo con asombrosa precisión nuestra actual obsesión con los “visionarios” que se consideran por encima de las normas éticas comunes. ¿Elon Musk habría leído “Crimen y castigo”? Alguien debería preguntarle.
El castigo interior: la conciencia como verdugo implacable
Lo verdaderamente innovador de “Crimen y castigo” no es el crimen en sí, sino la profunda exploración psicológica de sus consecuencias. A diferencia de la novela policiaca tradicional, aquí conocemos al asesino desde el principio. El verdadero misterio es cómo el propio culpable procesará internamente su acción.
Tras el asesinato, Raskólnikov no experimenta la liberación que esperaba al “traspasar la línea” de lo prohibido. En lugar de sentirse como un Napoleón, capaz de transgredir las normas morales en nombre de un bien superior, se ve consumido por la fiebre, las pesadillas y un profundo aislamiento. Su castigo comienza mucho antes de la condena legal, manifestándose como una tortura psicológica autoimpuesta.
El inspector Porfiri Petróvich, encargado de la investigación, intuye la culpabilidad de Raskólnikov desde el principio, pero en lugar de arrestarlo inmediatamente, opta por un sofisticado juego psicológico. Sus conversaciones con el protagonista son auténticos duelos intelectuales donde ambos se desafían mutuamente, anticipando las modernas técnicas de interrogatorio psicológico.
El detective Porfiri Petróvich básicamente inventó el interrogatorio psicológico moderno mientras los detectives occidentales todavía estaban en la fase de “golpear al sospechoso con un periódico enrollado hasta que confiese”. Sus conversaciones con Raskólnikov son como ver un episodio de “Criminal Minds” ambientado en el siglo XIX, pero con más filosofía existencial y menos gráficos informáticos. Si Porfiri hubiera tenido acceso a una sala de interrogatorios con espejo unidireccional y café malo, probablemente habría resuelto el caso en media hora, pero entonces nos habríamos perdido 500 páginas de angustia existencial y fiebre delirante. Gracias, sistema judicial ruso del siglo XIX, por tu ineficiencia narrativamente conveniente.
La redención a través del sufrimiento
El aspecto más discutido de la novela es el camino de redención de Raskólnikov. Dostoyevski, profundamente influido por el cristianismo ortodoxo ruso, presenta el sufrimiento como vía necesaria para la purificación moral. Este concepto, ajeno a la mentalidad racionalista occidental, es fundamental en el pensamiento eslavo: sólo a través del padecimiento sincero podemos encontrar verdadera regeneración.
Sonia Marmeládova, joven obligada a prostituirse para mantener a su familia, representa este ideal cristiano de sacrificio y redención. A pesar de su “pecado”, mantiene una pureza moral que contrasta con la corrupción interior de Raskólnikov. Es ella quien lo anima a confesar y aceptar el castigo, no como simple consecuencia legal de su crimen, sino como camino necesario hacia la regeneración espiritual.
Si “Crimen y castigo” fuera adaptado como una serie de Netflix contemporánea, los guionistas probablemente transformarían a Sonia en una “trabajadora sexual empoderada” con un OnlyFans exitoso y un apartamento de lujo, en lugar de la figura trágica y desesperada que Dostoyevski retrató. Lo fascinante es cómo la novela resiste los intentos de modernización simplista. Sonia no es ni una víctima pasiva ni una heroína feminista avant la lettre; es un personaje cuya complejidad moral desafía tanto la mojigatería victoriana de la época como nuestras propias categorías contemporáneas. Y mientras Raskólnikov se retuerce en agonías existenciales dignas de un influencer en crisis, ella simplemente hace lo que tiene que hacer para sobrevivir, sin manifiestos filosóficos ni crisis de identidad. ¿Quién es realmente el personaje fuerte aquí?
San Petersburgo: un personaje más en la novela
La ciudad de San Petersburgo no es un simple escenario en “Crimen y castigo”, sino un personaje determinante que influye en la psicología de los protagonistas. Dostoyevski retrata magistralmente los barrios pobres, las tabernas sórdidas, las escaleras estrechas de edificios malolientes y las calles sofocantes del verano petersburgués.
Esta ciudad, creada artificialmente por Pedro el Grande como “ventana a Europa”, simboliza la occidentalización forzada de Rusia y sus contradicciones inherentes. La arquitectura grandiosa de sus avenidas contrasta con la miseria de sus barrios populares, igual que las ideas filosóficas importadas chocan con la realidad rusa.
Si San Petersburgo tuviera perfil en Tinder, su biografía sería: “Ciudad artificial con complejo de inferioridad respecto a Europa, pero pretendiendo ser superior. Me encanta aplastar sueños y provocar delirios febriles a estudiantes pobres. Mis aficiones incluyen los veranos sofocantes, los inviernos mortales y los atardeceres que vuelven locos a los escritores”. Dostoyevski básicamente convirtió a su ciudad en la primera “influencia tóxica” literaria mucho antes de que inventáramos el término. San Petersburgo es como ese ex que sabes que es malo para ti, pero que sigue inspirándote poesía torturada a las 3 de la madrugada. No es casualidad que la revolución rusa comenzara allí; después de siglos provocando crisis existenciales, la ciudad finalmente tuvo la suya propia.
Las ideas occidentales en suelo ruso
Uno de los temas centrales de “Crimen y castigo” es la difícil adaptación de las ideas occidentales (utilitarismo, racionalismo, individualismo) a la cultura rusa, tradicionalmente más colectivista y espiritual. La teoría de Raskólnikov sobre el “hombre extraordinario” es una manifestación de este conflicto.
El nihilismo y el utilitarismo radical, corrientes que ganaban adeptos entre la juventud rusa educada, son representados por personajes secundarios como Lebeziátnikov, cuyas ideas sobre el amor libre y la abolición de la familia tradicional chocan con la realidad de los personajes más arraigados en valores tradicionales rusos.
Dostoyevski, quien había evolucionado desde posiciones radicales en su juventud hacia un conservadurismo eslavófilo, utiliza la novela para cuestionar el impacto de estas ideologías importadas, sugiriendo que su aplicación acrítica podía conducir a la deshumanización y la justificación de atrocidades.
Las ideas filosóficas occidentales en la Rusia del XIX eran como esos electrodomésticos americanos que intentas usar en Europa sin adaptador: técnicamente brillantes pero propensos a provocar cortocircuitos cuando los conectas a la realidad rusa. Imagina a jóvenes estudiantes discutiendo fervientemente sobre John Stuart Mill y Jeremy Bentham mientras beben vodka en habitaciones gélidas y sus caseros los amenazan con desahuciarlos. “Según mis cálculos utilitaristas, asesinar a mi casera produciría la mayor felicidad para el mayor número de inquilinos…” No es de extrañar que Dostoyevski estuviera preocupado. Si Twitter hubiera existido en el San Petersburgo de 1866, habría estado lleno de hilos interminables sobre “Por qué el imperativo categórico kantiano justifica no pagar el alquiler” escritos por estudiantes con demasiado tiempo libre y muy poco sentido práctico.
La influencia perdurable de una obra maestra
“Crimen y castigo” trasciende su época para convertirse en una obra universal que continúa interpelando a lectores contemporáneos. Su profunda exploración psicológica sentó las bases para desarrollos posteriores en la literatura, estableciendo técnicas como el monólogo interior y la representación del subconsciente que serían fundamentales para autores como Joyce, Woolf o Faulkner.
La influencia de Dostoyevski se extiende más allá de la literatura, llegando a campos como la filosofía, la psicología y el cine. Nietzsche reconoció en él a un psicólogo sin igual; Freud encontró en sus novelas intuiciones que anticipaban el psicoanálisis; y directores como Hitchcock o Scorsese han adaptado o reinterpretado sus temas en la gran pantalla.
Si se pudiera cobrar derechos de autor por influencia psicológica, los herederos de Dostoyevski serían multimillonarios solo por lo que le deben Woody Allen y Martin Scorsese. “Crimen y castigo” básicamente inventó el subgénero cinematográfico de “protagonista neurótico que no puede dejar de sabotearse a sí mismo mientras la cámara documenta su espiral descendente”. Travis Bickle en “Taxi Driver” es prácticamente Raskólnikov con licencia de conducir, y la mitad de los protagonistas de Allen son variaciones de universitarios atormentados que creen ser más listos que el sistema. Si añadimos todas las series de televisión sobre “hombres brillantes pero moralmente ambiguos que justifican hacer cosas terribles”, desde “Breaking Bad” hasta “Succession”, la deuda cultural con nuestro ruso favorito es astronómica. Walt White es básicamente Raskólnikov con un laboratorio de metanfetamina en lugar de un hacha.
Visiones contradictorias sobre la obra
La interpretación de “Crimen y castigo” ha generado debates apasionados desde su publicación. Para algunos críticos, representa una crítica conservadora a las ideologías revolucionarias, mientras que otros destacan su comprensión compasiva hacia personajes marginados como Sonia.
Desde perspectivas marxistas, se ha interpretado la novela como una exposición de las contradicciones del capitalismo emergente en Rusia. Lecturas feministas han analizado el papel de los personajes femeninos, destacando cómo Dostoyevski, pese a su conservadurismo, crea figuras femeninas con profunda agencia moral. Aproximaciones psicoanalíticas han explorado el complejo edípico de Raskólnikov y su relación con la autoridad.
Esta multiplicidad de interpretaciones demuestra la riqueza inagotable de una obra que, más de 150 años después de su publicación, continúa ofreciendo nuevas lecturas y revelaciones sobre la condición humana.
El hecho de que marxistas, conservadores religiosos, feministas, psicoanalistas y existencialistas puedan reclamar “Crimen y castigo” como evidencia de sus respectivas cosmovisiones es la prueba definitiva de su genialidad. Es como esa persona en las fiestas que de alguna manera logra que tanto el republicano conservador como la activista progresista crean que está completamente de su lado. Dostoyevski sería terrible en Twitter, donde todo debe reducirse a posiciones binarias, pero brillante en un seminario de posgrado donde cada frase puede ser diseccionada durante horas. Mientras la derecha lo cita para demostrar los peligros del relativismo moral, la izquierda señala su compasión por los oprimidos. El mismo párrafo puede leerse como una defensa apasionada de la tradición cristiana o como una crítica devastadora a la hipocresía religiosa. Es el equivalente literario de una ilusión óptica: depende completamente del ángulo desde el que lo mires.
El legado de Dostoyevski en el siglo XXI
En un mundo marcado por crecientes desigualdades sociales, crisis de valores y cuestionamiento de las narrativas tradicionales, “Crimen y castigo” mantiene una sorprendente actualidad. Las preguntas que plantea sobre los límites morales, la justificación del mal en nombre de ideales superiores y la posibilidad de redención continúan resonando en nuestros debates contemporáneos.
Las investigaciones neurocientíficas modernas sobre la toma de decisiones morales y la psicología del arrepentimiento ofrecen fascinantes paralelismos con las intuiciones dostoyevskianas. Su comprensión de la psicología criminal, que anticipó desarrollos científicos posteriores, demuestra la profunda capacidad de observación del autor ruso.
En un sentido más amplio, la novela nos invita a cuestionar nuestras propias teorías sobre la excepcionalidad moral y los peligros de la justificación racional de actos inmorales. En la era de las redes sociales, donde nuevas ideologías compiten por nuestra atención y donde el individualismo extremo coexiste paradójicamente con nuevas formas de conformismo, las advertencias de Dostoyevski sobre los peligros de la racionalización del mal adquieren renovada relevancia.
Si Raskólnikov viviera hoy, probablemente sería un troll de Reddit que escribe manifiestos interminables sobre cómo la sociedad no comprende su genio, mientras vive de comida a domicilio en el sótano de su madre. Su “teoría del hombre extraordinario” tendría un canal de YouTube con seguidores devotos explicando por qué está bien ignorar las “normas de los hombres ordinarios”. Lo verdaderamente aterrador es que Dostoyevski entendió la mentalidad incel 150 años antes de que existiera internet. La próxima vez que veas a alguien en línea justificando comportamientos terribles con filosofía mal digerida, recuerda que Dostoyevski ya escribió su historia completa, incluido el inevitable colapso psicológico. La diferencia es que el Raskólnikov moderno probablemente no tendría una Sonia para salvarlo, solo un algoritmo que le recomendaría contenidos cada vez más radicales. ¿Quién necesita redención cuando tienes likes?
Un viaje al interior del alma humana
“Crimen y castigo” no es simplemente una novela sobre un crimen y sus consecuencias legales, sino una profunda exploración del alma humana y sus contradicciones. A través de su protagonista atormentado, Dostoyevski nos invita a un viaje hacia las zonas más oscuras de nuestra propia psique, obligándonos a cuestionar nuestras certezas morales.
La genialidad de la obra reside en su capacidad para hacernos comprender incluso lo incomprensible, para desarrollar empatía por un asesino, no justificando su crimen, sino reconociendo nuestra común humanidad. En un mundo donde resulta cada vez más fácil deshumanizar al “otro”, esta perspectiva compleja sobre la moralidad humana resulta más necesaria que nunca.
Al final, quizás el mayor logro de Dostoyevski fue crear una obra que trasciende las categorías simplistas de “héroe” y “villano”, recordándonos que en cada ser humano cohabitan potencialidades para el bien y el mal, y que la frontera entre ambos puede ser más tenue de lo que nos gustaría admitir.
Más allá del crimen: descubriendo las múltiples dimensiones de la obra maestra de Dostoyevski
Hemos recorrido juntos los intrincados laberintos psicológicos y morales de “Crimen y castigo”, descubriendo dimensiones que van mucho más allá de la simple narración de un asesinato y sus consecuencias. La obra de Dostoyevski continúa interpelándonos no solo como documento histórico de la Rusia del siglo XIX, sino como espejo donde todavía podemos examinar nuestras propias contradicciones contemporáneas.
Como siempre, en Histandarte creemos que el patrimonio cultural tiene múltiples historias que contar, y que cada relectura desde nuevas perspectivas enriquece nuestra comprensión del arte y la literatura. Gracias por acompañarnos en este viaje al corazón de una de las obras fundamentales de la literatura universal.
A continuación, encontrarás respuestas a algunas de las preguntas más frecuentes sobre “Crimen y castigo”, así como recomendaciones de otras obras maestras que podrían interesarte si has disfrutado de este artículo.
Preguntas frecuentes sobre “Crimen y castigo”
¿Cuál es el tema principal de “Crimen y castigo”?
El tema principal es la exploración psicológica de la culpa y la redención. La novela examina las consecuencias morales y psicológicas de cometer un crimen, así como el conflicto entre el racionalismo y la espiritualidad en la Rusia del siglo XIX.
¿En qué año se publicó “Crimen y castigo”?
“Crimen y castigo” fue publicada en 1866, inicialmente como una serie de entregas en la revista literaria rusa El Mensajero Ruso (Russki Vestnik), y posteriormente como libro completo.
¿Qué es la teoría del “hombre extraordinario” en la novela?
Es la teoría desarrollada por Raskólnikov según la cual ciertos individuos excepcionales (como Napoleón) tienen el derecho moral de transgredir las leyes y normas sociales si es para beneficio de la humanidad. Esta teoría le sirve como justificación filosófica para cometer el asesinato.
¿Quién es Sonia Marmeládova y qué papel desempeña?
Sonia es una joven que se ve obligada a prostituirse para mantener a su familia empobrecida. Representa el ideal cristiano de sacrificio y redención, y su fe inquebrantable contrasta con la arrogancia intelectual de Raskólnikov. Es ella quien lo guía hacia la confesión y el camino de la redención.
¿Por qué la ciudad de San Petersburgo es importante en la novela?
San Petersburgo funciona como un personaje más en la novela, simbolizando la occidentalización forzada de Rusia. Sus contrastes entre opulencia y miseria reflejan las contradicciones sociales de la época, y su atmósfera opresiva influye en la psicología de Raskólnikov.
¿Qué experiencias personales de Dostoyevski influyeron en la novela?
Dostoyevski escribió la novela mientras estaba endeudado y bajo presión financiera. Además, su experiencia previa de condena a muerte (posteriormente conmutada por prisión en Siberia) por actividades revolucionarias le dio una perspectiva única sobre el arrepentimiento y la redención.
¿Cuál es el significado del epílogo de la novela?
El epílogo, que muestra a Raskólnikov en Siberia comenzando su proceso de regeneración espiritual junto a Sonia, representa la visión dostoyevskiana de la redención a través del sufrimiento y la humildad, sugiriendo que la verdadera libertad solo puede encontrarse tras aceptar la responsabilidad moral.
¿Cómo influyó “Crimen y castigo” en la literatura posterior?
La novela revolucionó la exploración psicológica en literatura, influyendo en autores como Kafka, Joyce y Faulkner. Sus técnicas narrativas como el monólogo interior y la representación del subconsciente sentaron bases para el modernismo literario y movimientos posteriores.
¿Qué representa el personaje de Porfiri Petróvich?
Porfiri Petróvich, el astuto investigador, representa la justicia y la conciencia social. Su método investigativo basado en la psicología anticipó técnicas modernas de interrogatorio. Su juego intelectual con Raskólnikov simboliza el debate entre diferentes visiones de la moralidad y la justicia.
¿Por qué “Crimen y castigo” sigue siendo relevante en el siglo XXI?
La obra mantiene su relevancia por su profunda exploración de temas universales como la justificación moral del mal, las consecuencias psicológicas de nuestras acciones y los peligros del individualismo extremo. Sus reflexiones sobre la mente humana y la moralidad siguen resonando en nuestros debates contemporáneos.
Ahora desarrollaré la sección de recomendaciones literarias para el artículo sobre “Crimen y castigo”.
RECOMENDACIONES LITERARIAS
Otras obras maestras para explorar tras “Crimen y castigo”
La exploración psicológica y moral de Dostoyevski en “Crimen y castigo” ha dejado una huella indeleble en la literatura universal, inspirando a generaciones de escritores que han continuado explorando los abismos de la mente humana. Si te ha fascinado este viaje a las profundidades del alma atormentada de Raskólnikov, estas obras maestras podrían cautivar igualmente tu interés por los dilemas morales y las complejidades de la condición humana.
Los Miserables de Víctor Hugo te transporta a la Francia del siglo XIX en una épica narración donde justicia, redención y revolución se entrelazan a través de personajes inolvidables. Al igual que Dostoyevski, Hugo cuestiona los límites entre el bien y el mal, especialmente a través de Jean Valjean, un hombre marcado por su pasado criminal que lucha por su redención moral en una sociedad implacable. La tensión entre la ley humana y la justicia divina resuena profundamente con los dilemas morales planteados en “Crimen y castigo”.
Los hermanos Karamázov representa la cumbre de la obra de Dostoyevski, profundizando aún más en los temas religiosos y filosóficos esbozados en “Crimen y castigo”. Esta monumental novela explora el parricidio y sus consecuencias a través de tres hermanos que representan diferentes facetas del alma rusa: la sensualidad, el intelecto y la espiritualidad. Si te cautivó la profundidad psicológica de Raskólnikov, los debates existenciales entre los hermanos Karamázov te resultarán aún más fascinantes.
El extranjero de Albert Camus presenta un protagonista cuya indiferencia moral ofrece un contrapunto fascinante a la agonía existencial de Raskólnikov. Meursault comete un asesinato aparentemente sin motivo y afronta su juicio con una desconcertante apatía que desafía las convenciones sociales. Este clásico del existencialismo explora la absurdidad de la existencia y la autenticidad individual, temas que resuenan con las crisis existenciales planteadas en la obra de Dostoyevski.
El idiota, otra obra maestra de Dostoyevski, presenta al príncipe Mishkin, un personaje cristológico cuya bondad e inocencia absoluta contrastan radicalmente con la corrupción moral de la sociedad que lo rodea. Si te interesó la redención espiritual de Raskólnikov a través de Sonia, encontrarás en esta novela una profunda exploración de la bondad como fuerza transformadora en un mundo cínico, así como una reflexión sobre las consecuencias de intentar vivir según ideales morales perfectos.
El proceso de Franz Kafka narra la pesadilla burocrática de Josef K., acusado de un crimen que desconoce por un sistema judicial incomprensible. Esta inquietante novela evoca la atmósfera opresiva y la ansiedad psicológica que experimenta Raskólnikov, pero llevadas a un plano aún más existencial y absurdo. La alienación del individuo frente a sistemas de poder impenetrables refleja, en clave modernista, muchas de las ansiedades ya presentes en la obra de Dostoyevski.
Guerra y paz de Lev Tolstoy ofrece un panorama monumental de la sociedad rusa durante las guerras napoleónicas. Aunque su enfoque es más histórico y social que psicológico, Tolstoy comparte con Dostoyevski una profunda comprensión del alma rusa y una exploración de cómo los grandes acontecimientos históricos moldean las vidas individuales. Si te interesó el contexto histórico-social de “Crimen y castigo”, esta epopeya literaria te proporcionará una visión aún más amplia de la Rusia del siglo XIX.