El sueño americano: una mirada al clásico de F. Scott Fitzgerald
“El Gran Gatsby” es considerada la obra maestra de F. Scott Fitzgerald y uno de los grandes clásicos de la literatura estadounidense del siglo XX. Publicada en 1925, esta novela retrata con brillantez el llamado período de la Era del Jazz, los excéntricos años veinte en Estados Unidos, una época de aparente prosperidad, hedonismo y desenfreno que precedió a la Gran Depresión.
Ambientada en el verano de 1922, la historia es narrada por Nick Carraway, un joven originario del Medio Oeste que se traslada a Long Island, Nueva York, para trabajar como agente de bolsa. Nick alquila una pequeña casa junto a la mansión de Jay Gatsby, un misterioso millonario conocido por las extravagantes fiestas que organiza. A través de los ojos de Nick, somos testigos del despliegue de riqueza, excesos y apariencias que caracterizan la alta sociedad norteamericana de la época.
¿Te has fijado alguna vez en que Fitzgerald ni siquiera nos muestra realmente a Gatsby hasta bien entrado el libro? Es como si estuviera jugando al escondite literario, creando un mito antes de mostrarnos al hombre. Muy inteligente, porque todos llegamos a la fiesta con expectativas tan elevadas como las del propio Nick. Y seamos sinceros, ¿quién no ha fantaseado alguna vez con colarse en una de esas legendarias fiestas de West Egg? Imagina la escena: champán corriendo como si fuera agua, orquestas tocando hasta el amanecer, y conversaciones que seguramente olvidarías al día siguiente. Aunque, probablemente, terminaríamos como Nick: observando desde un rincón y juzgando silenciosamente a todos.
La construcción del mito americano
La figura de Jay Gatsby representa la compleja relación entre el sueño americano y la realidad. Nacido como James Gatz en una familia humilde de Dakota del Norte, Gatsby se reinventa a sí mismo, creando una nueva identidad y amasando una fortuna con el único propósito de recuperar a su amor de juventud, Daisy Buchanan, ahora casada con Tom Buchanan, un acaudalado aristócrata.
La transformación de Gatsby es meticulosa y calculada. Adopta maneras refinadas, acumula riquezas por medios que en la novela permanecen deliberadamente ambiguos (aunque con insinuaciones de actividades ilícitas relacionadas con la prohibición del alcohol), y se establece en West Egg, frente a la mansión de los Buchanan en East Egg, separados simbólicamente por una bahía.
Detengámonos un momento en estas “actividades ilícitas” porque, vamos, todo el mundo sabe que Gatsby era contrabandista. La Prohibición convirtió a criminales en empresarios y a ciudadanos corrientes en criminales por tomarse una copa. ¿No es fascinante cómo Fitzgerald usa este contexto histórico para subvertir la idea del éxito americano? El “hombre hecho a sí mismo” resulta ser un criminal, pero curiosamente, sigue siendo el personaje más honesto moralmente en toda la novela. Mientras tanto, la “gente respetable” como Tom engaña a su esposa, manipula a los demás y sale impune. El verdadero crimen, parece sugerirnos Fitzgerald, no es violar la ley sino carecer de pedigrí social.
A través del personaje de Gatsby, Fitzgerald explora las contradicciones inherentes al mito del sueño americano: la promesa de movilidad social basada únicamente en el mérito y el esfuerzo personal, contrapuesta a la realidad de una sociedad estratificada donde las divisiones de clase permanecen insalvables a pesar de la riqueza adquirida.
El simbolismo en la narrativa
La luz verde
Uno de los símbolos más potentes de la novela es la luz verde que brilla al final del muelle de los Buchanan, visible desde la mansión de Gatsby. Esta luz representa la esperanza y el anhelo inalcanzable de Gatsby por recuperar el pasado y a Daisy.
Esa luz verde es probablemente el símbolo literario más Instagram-friendly de todos los tiempos. Piénsalo: ¿cuántas camisetas, posters y tatuajes habrá generado ese pequeño faro al otro lado de la bahía? Es el equivalente literario de un filtro Valencia: hace que todo parezca más nostálgico y significativo. En el fondo, todos tenemos nuestra propia “luz verde”, ese objeto o persona que idealizamos hasta convertirlo en algo más grande que la vida misma. Lo triste es que, como Gatsby, cuando finalmente la alcanzamos, nunca es tan brillante como parecía desde lejos.
El Valle de las Cenizas
En contraste con la opulencia de East y West Egg, el Valle de las Cenizas representa la pobreza y desolación que acecha tras la fachada brillante del sueño americano. Este paisaje industrial y decadente es descrito por Fitzgerald como “una granja donde las cenizas crecen como el trigo”, simbolizando el lado oscuro del progreso industrial y el materialismo.
Los ojos del Doctor T.J. Eckleburg
En un enorme cartel publicitario que domina el Valle de las Cenizas, los ojos del Doctor T.J. Eckleburg observan todo lo que ocurre. Estos ojos desencarnados sugieren la mirada de un Dios ausente en un mundo moralmente vacío, testigo silencioso de la decadencia moral de la sociedad.
Esos ojos gigantes mirando desde una valla publicitaria son como la versión años veinte de las cámaras de vigilancia modernas. Todo el mundo se siente observado, juzgado, pero nadie hace nada para cambiar su comportamiento. ¿No es eso una crítica brutal a la hipocresía religiosa de América? Fitzgerald nos muestra que hemos sustituido a Dios por la publicidad, y nadie parece darse cuenta. Es como si anticipara nuestra era de redes sociales, donde expresamos indignación moral mientras seguimos consumiendo los productos que criticamos. Un siglo después y seguimos atrapados en el mismo ciclo de culpa y consumo.
La crítica social
La aristocracia del Este vs. los nuevos ricos
Fitzgerald establece una clara distinción entre East Egg, hogar de familias con “antiguo dinero” como los Buchanan, y West Egg, donde residen los “nuevos ricos” como Gatsby. Esta geografía ficcional refleja las tensiones sociales de la época, con la antigua aristocracia despreciando a quienes han adquirido riqueza recientemente, independientemente de la magnitud de su fortuna.
Tom Buchanan encarna la arrogancia y sentido de superioridad inherente a la aristocracia establecida. Descrito como un hombre que alcanzó la cima de su vida a los treinta años al ser una estrella del fútbol universitario, Tom vive obsesionado con preservar su posición social y los privilegios que conlleva.
Lo fascinante de Tom es que representa ese tipo de hombre que hoy llamaríamos “privilegiado tóxico”. Se pasea por la vida como si le perteneciera, tiene teorías racistas pseudocientíficas que considera profundas, y trata a las mujeres como posesiones. Es básicamente el comentarista de internet que ha leído dos artículos y se cree experto en todo. Y lo peor es que, a pesar de su comportamiento, la sociedad le premia con poder, dinero y conexiones. Fitzgerald estaba diseccionando la masculinidad tóxica antes de que tuviéramos término para ello. Quizás por eso la novela sigue resonando: porque todavía reconocemos a los Tom Buchanan de nuestro tiempo.
El papel de la mujer en los años veinte
A través de los personajes femeninos, principalmente Daisy Buchanan, Jordan Baker y Myrtle Wilson, Fitzgerald examina las limitaciones impuestas a las mujeres a pesar de los cambios sociales de la época. Las flappers, representadas por Jordan, simbolizaban una nueva independencia femenina, pero la novela muestra cuán superficial era esta libertad en realidad.
Daisy, a pesar de su aparente frivolidad, es consciente de su posición vulnerable en la sociedad, lo que se refleja en su comentario sobre su hija: “Espero que sea tonta. Es lo mejor que puede ser una niña en este mundo, una hermosa pequeña tonta.”
Daisy suelta esa frase demoledora sobre su hija y todos seguimos pensando que es solo un personaje superficial. ¿Y si en realidad es la más lúcida de todos? Ha visto cómo funciona el mundo para las mujeres y sabe que la belleza e ingenuidad son monedas de cambio más valiosas que la inteligencia. Incluso hoy, casi un siglo después, ¿cuántas mujeres siguen sintiendo que deben elegir entre ser tomadas en serio o ser “agradables”? Daisy no es tonta; es una superviviente en un sistema diseñado para que fracase si aspira a más. Su tragedia no es su frivolidad, sino su clarividencia sobre los límites de su propia vida.
El tiempo y la nostalgia
Un tema central en “El Gran Gatsby” es la imposibilidad de recuperar el pasado. Gatsby está obsesionado con recrear un momento específico de su historia con Daisy, negándose a aceptar que el tiempo ha seguido su curso. Cuando Nick le advierte “No se puede repetir el pasado”, Gatsby responde con incredulidad: “¿No se puede repetir el pasado? ¡Claro que se puede!”
Esta obsesión con el pasado es lo que finalmente condena a Gatsby. Su negativa a reconocer la realidad del presente y su idealización de Daisy lo llevan a su trágico final.
Hay algo terriblemente moderno en esta obsesión de Gatsby por repetir el pasado, ¿no crees? Vivimos en la era de los remakes, los reboots y la nostalgia como industria. Estamos atrapados en un ciclo interminable de intentar recrear momentos que idealizamos, igual que Gatsby. Nuestras redes sociales son como esas fiestas de Gatsby: exhibiciones cuidadosamente orquestadas diseñadas para proyectar una imagen específica. Y tal vez nosotros también estamos persiguiendo luces verdes inalcanzables, convencidos de que la felicidad está siempre en otro lugar, en otro tiempo, nunca en el presente. La diferencia es que no tenemos un Nick Carraway que nos diga cuándo estamos yendo demasiado lejos.
El desenlace trágico
La novela alcanza su clímax trágico cuando Gatsby, asumiendo la culpa de Daisy por la muerte accidental de Myrtle Wilson (la amante de Tom), es asesinado por George Wilson, el esposo de Myrtle. La ironía final es que Gatsby muere en su piscina, solo, mientras espera una llamada de Daisy que nunca llega.
El funeral de Gatsby revela la superficialidad de las relaciones que había cultivado. De todos los que asistieron a sus extravagantes fiestas, solo un puñado de personas acude a darle el último adiós, ninguno de ellos perteneciente a la alta sociedad que tanto anhelaba impresionar.
El funeral de Gatsby es quizás el primer ejemplo documentado de lo que hoy llamaríamos “ghosting” a escala masiva. Cientos de personas felices de beber su champán y bailar en su jardín, pero cuando llega el momento de mostrar un mínimo de decencia humana, todos tienen repentinamente otros compromisos. No es difícil imaginar las excusas por mensaje de texto si la novela ocurriera hoy: “Lo siento, no puedo ir al funeral, tengo pilates” o “¡Qué pena lo de Jay! Envíame fotos del servicio”. Es una crítica devastadora a las relaciones superficiales y, honestamente, ¿ha cambiado tanto la naturaleza humana desde entonces?
La persistencia del sueño americano
Al final de la novela, Nick Carraway reflexiona sobre cómo el sueño americano, simbolizado por los primeros colonizadores que contemplaron el “nuevo mundo”, se ha corrompido pero sigue ejerciendo su poder de atracción: “Gatsby creía en la luz verde, en el orgástico futuro que año tras año retrocede ante nosotros. Nos elude entonces, pero no importa; mañana correremos más aprisa, extenderemos los brazos más lejos…”
Esta reflexión final sugiere que, a pesar de sus contradicciones y promesas incumplidas, el sueño americano persiste como un ideal poderoso, una luz verde que continúa atrayendo a aquellos que creen en la posibilidad de reinventarse y alcanzar la felicidad mediante el esfuerzo y la determinación.
Quizás lo más escalofriante de “El Gran Gatsby” es que casi 100 años después, seguimos atrapados en la misma mentira colectiva. Seguimos vendiendo la idea de que cualquiera puede llegar a ser millonario con suficiente esfuerzo, ignorando convenientemente las barreras sistémicas y el papel del privilegio. Seguimos idealizando la riqueza mientras despreciamos secretamente a quienes la exhiben demasiado abiertamente (piensa en cómo tratamos a los “nuevos ricos” en la cultura popular). Y seguimos persiguiendo nuestra propia versión de Daisy Buchanan, esa cosa —sea dinero, fama, poder o amor— que creemos que finalmente nos completará. Fitzgerald no solo escribió una novela; nos dejó un espejo en el que, un siglo después, seguimos viendo nuestro reflejo con incómoda claridad.
Conclusión: un legado perdurable
“El Gran Gatsby” ha trascendido su tiempo para convertirse en un clásico eterno de la literatura americana, un retrato crítico de la Era del Jazz que sigue resonando con lectores contemporáneos. Más allá de la fastuosidad de las fiestas y la tragedia romántica, la novela ofrece una profunda meditación sobre la identidad americana, la corrupción del sueño fundacional del país y las divisiones de clase que persisten bajo la superficie de una sociedad aparentemente abierta y meritocrática.
La perdurable relevancia de la obra de Fitzgerald radica precisamente en cómo logra combinar una historia íntima de amor y obsesión con una crítica social más amplia, creando una narrativa que es a la vez intensamente personal y universalmente significativa.
Nos alegra enormemente que te interese tanto la historia del arte y la literatura como para haber llegado hasta aquí. En Historia y Arte creemos que las grandes obras, como “El Gran Gatsby”, merecen ser examinadas desde múltiples perspectivas para apreciar verdaderamente su complejidad y relevancia. Te invitamos a seguir explorando otros clásicos de la literatura y el arte en nuestra página.
A continuación, respondemos algunas preguntas frecuentes sobre esta obra maestra de Fitzgerald y te recomendamos otras lecturas que podrían interesarte si has disfrutado de este análisis.
Preguntas frecuentes sobre El Gran Gatsby
¿Cuándo fue publicado El Gran Gatsby?
El Gran Gatsby fue publicado el 10 de abril de 1925 por la editorial Charles Scribner’s Sons. Inicialmente, la novela no tuvo el éxito comercial que Fitzgerald esperaba, y solo se popularizó años después de su muerte.
¿Por qué es tan importante El Gran Gatsby en la literatura americana?
Es considerada una de las grandes novelas americanas por su brillante retrato de la Era del Jazz, su crítica al sueño americano y su refinada prosa. Además, captura perfectamente las tensiones sociales y la atmósfera de los años veinte, justo antes de la Gran Depresión.
¿Qué simboliza la luz verde en la novela?
La luz verde al final del muelle de Daisy simboliza las esperanzas y sueños de Gatsby, específicamente su deseo de recuperar el pasado con Daisy. También representa más ampliamente el sueño americano: siempre visible pero inalcanzable.
¿Está basado el personaje de Gatsby en alguien real?
Aunque no hay una única persona que inspirara a Gatsby, se cree que Fitzgerald se basó parcialmente en figuras como el contrabandista de alcohol Max Gerlach y el empresario F.E. Lewis, así como en sus propias experiencias y aspiraciones.
¿Cuál es la diferencia entre East Egg y West Egg en la novela?
East Egg representa la aristocracia tradicional con “dinero antiguo” (como los Buchanan), mientras que West Egg alberga a los “nuevos ricos” (como Gatsby). Esta división geográfica simboliza las insalvables barreras sociales a pesar de la riqueza material.
¿Qué representa el Valle de las Cenizas?
El Valle de las Cenizas es un páramo industrial entre West Egg y Nueva York que simboliza la pobreza y desolación que existe tras la fachada del sueño americano, mostrando el lado oscuro del materialismo y la industrialización.
¿Cuál fue la recepción inicial de El Gran Gatsby?
A pesar de algunas críticas favorables, la novela fue un fracaso comercial durante la vida de Fitzgerald. Solo vendió 20,000 copias en su primer año, y Fitzgerald murió en 1940 creyendo que su obra había sido olvidada.
¿Cómo se popularizó la novela después de la muerte de Fitzgerald?
Durante la Segunda Guerra Mundial, el Consejo de Libros de Guerra distribuyó 155,000 copias del libro a los soldados estadounidenses, lo que ayudó a popularizarlo. Para los años 50, la novela ya era considerada un clásico y comenzó a estudiarse en escuelas y universidades.
¿Cuántas adaptaciones cinematográficas existen de El Gran Gatsby?
Ha habido cinco adaptaciones principales: la versión muda de 1926 (ahora perdida), la de 1949 con Alan Ladd, la de 1974 con Robert Redford, la de 2000 con TV movie con Toby Stephens, y la más reciente de 2013 dirigida por Baz Luhrmann con Leonardo DiCaprio.
¿Cómo influye la vida personal de Fitzgerald en la novela?
Muchos aspectos de la novela reflejan la vida de Fitzgerald: su relación con Zelda (reflejada en Gatsby y Daisy), sus experiencias en fiestas lujosas de Nueva York, sus conflictos con la clase y el estatus social, y su propia ambición por alcanzar el sueño americano.
RECOMENDACIONES LITERARIAS
Otras joyas literarias que te cautivarán como El Gran Gatsby
Si has disfrutado explorando los recovecos de la alta sociedad americana y las contradicciones del sueño americano en “El Gran Gatsby”, te invitamos a descubrir otras obras maestras que abordan temas similares desde perspectivas fascinantes. La crítica social, la búsqueda de identidad y las tensiones de clase han inspirado algunas de las novelas más impactantes de la literatura universal.
La hoguera de las vanidades de Tom Wolfe te sumerge en el Nueva York de los años 80, donde el dinero, el poder y el estatus social definen quién eres. Como un Gatsby moderno, esta novela disecciona la sociedad neoyorquina a través de Sherman McCoy, un exitoso operador de Wall Street cuya vida se desmorona tras un accidente en el Bronx. La mirada ácida de Wolfe sobre la ambición desmedida y las divisiones raciales y económicas dialoga perfectamente con la crítica social de Fitzgerald, mostrando cómo, décadas después, seguimos atrapados en las mismas contradicciones del sueño americano.
A este lado del paraíso, la primera novela publicada por F. Scott Fitzgerald, es el complemento perfecto para entender la evolución del autor antes de escribir “El Gran Gatsby”. En ella ya aparecen muchos de los temas que Fitzgerald perfeccionaría más tarde: la juventud privilegiada, la búsqueda de identidad y el desencanto con los valores tradicionales. Si te fascinó Jay Gatsby, conocer a Amory Blaine te permitirá apreciar cómo Fitzgerald fue construyendo su crítica a la sociedad americana y su reflexión sobre la imposibilidad de mantener intactos los ideales juveniles.
La Edad de la Inocencia de Edith Wharton ofrece una mirada penetrante a la alta sociedad neoyorquina de finales del siglo XIX, precediendo cronológicamente a la era de Gatsby. Wharton, que ganó el Pulitzer con esta novela (convirtiéndose en la primera mujer en lograrlo), explora magistralmente las rígidas convenciones sociales y las apariencias que gobiernan las vidas de la élite. Su protagonista, Newland Archer, se debate entre el deber y la pasión de manera similar a cómo Gatsby lucha entre sus orígenes y sus aspiraciones, mostrando cómo las barreras sociales persisten a través de las generaciones en la sociedad americana.